SANTA ELENA Y LA GLORIOSA

Rincones emblemáticos de la Tierra de Biescas

Cuenta la leyenda que en el siglo IV la emperatriz Elena de Constantinopla madre de Constantino y esposa de Constancio Cloro, viéndose perseguida por los infieles buscó refugio en una cueva abierta y cuyo acceso quedó de inmediato oculto por una gran tela de araña. Elena abandonaría su escondite pasado el peligro, lugar del que brotó milagrosamente una fuente y en cuyas piedras quedaron grabadas sus plantas como si de barro se tratara; también se dice que en su huida pidió ayuda a unos campesinos que estaban plantando trigo. Ellos le indicaron un lugar en el que refugiarse y ella les pidió que no la delataran, pero que tampoco mintieran a sus perseguidores si preguntaban por su paradero. Llegó la noche y al amanecer se había obrado un hecho sorprendente: el trigo recién plantado estaba ya crecido. Los perseguidores interrogaron al siguiente día a los campesinos y ellos siguiendo la recomendación dijeron haber visto a la mujer cuando estaban sembrando el trigo. Ante el estado de la plantación prosiguieron su búsqueda por otros lugares.

En dicha cueva se erigió la Ermita de Santa Elena un lugar sacralizado desde la Prehistoria. La Ermita ocupa un promontorio que se asoma a la llamada Foz de Santa Elena, congosto excavado por las aguas del río Gállego entre las sierras de Telera y Tendeñera y que abre paso al pirenaico Valle de Tena en su parte más meridional. Este es  uno de los enclaves religiosos más destacados de la comarca aragonesa del Alto Gállego y está dedicado a Elena de Constantinopla, santa patrona de la Tierra de Biescas y de todo el Valle de Tena.

 

Junto a la iglesia por la cueva brota una fuente llamada La Gloriosa que discurre por una pequeña fuente cuadrada cuyas aguas desaparecen bajo el prado que se encuentra delante de la Ermita y vuelven a surgir más abajo  en airosa cascada. Esta espectacular imagen de la Ermita enclavada en la montaña y la Ermita encima es una de las más representativas del Valle de Tena y podemos observarla desde la misma carretera que sube a Sallent de Gállego. De caudal intermitente, el manantial constituye el germen de una tradición de leyendas e historias pues la creencia popular mantiene que el caudal crece y se agota presagiando calamidades o periodos de prosperidad o según el estado de ánimo de la Santa, de aquí la necesidad de romerías y peregrinaciones para que la fuente no deje de manar. También se cuenta que sus aguas proceden del sagrado río Jordán, desde que un peregrino llegado a la ermita en el medievo descubriera flotando en ellas el bastón que había perdido tiempo atrás en Tierra Santa.

El templo tiene su origen en la fundación realizada por el rey Jaime I de Aragón en 1221, erigiéndose una primera capilla mozárabe de la que todavía subsisten algunas columnas empotradas en los muros del edificio actual. Fernando el Católico y Carlos I ratificaron su protección sobre la ermita. En los siglos XVII y XVIII fue objeto de importantes ampliaciones, adquiriendo finalmente el aspecto que hoy presenta.

De una sola nave dividida en tres tramos y cubierta con bóveda de lunetos, cuenta en la cabecera con ábside pentagonal nervado. La torre campanario se eleva a los pies, sobre el pequeño atrio de entrada. El retablo, en estilo barroco y presidido por la imagen de la santa, está fechado en 1693. Desde el presbiterio, una puerta abre paso a la pequeña cueva en la que se enmarca la leyenda. En esta pequeña cueva que podemos visitar también encontramos leyendas e historias, ya que de cuando en cuando aparecían monedas de oro (de época romana o posteriores) que según la tradición eran obra de la Santa.

 

El santuario se encuentra justo en el límite entre la Tierra de Biescas y el Valle de Tena, habiendo sido objeto por ello, a lo largo de su historia, de numerosos pleitos entre ambos territorios por su posesión. Hoy en día, y también según la leyenda; la Ermita pertenece a Biescas porque en una de las disputas entre las poblaciones vecinas por su posesión, llegó el cura de esta localidad y juró en la ermita y delante de todos que: «En este lugar estoy pisando tierra de Biescas». Ante tal juramento, todos decidieron que un cura tenía que estar diciendo la verdad, así que acordaron que finalmente, la ermita, perteneciera a Biescas. Hay que decir que el cura no mintió porque cogió un puñado de tierra de su huerto y la metió en sus zapatos, por lo que técnicamente, estaba diciendo la verdad.

Si desean más información para visitar el interior de la iglesia, pueden contactar con nosotros en el 974 485 222.

 

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